Fundación Alem

Un programa para salir del estancamiento

Esta es la introducción a un trabajo de 400 páginas elaborado por las comisiones de especialistas de la Fundación Alem para poner en consideración de las autoridades de la Unión Cívica Radical.

Argentina tiene luz al final del túnel. Y el final del túnel está cerca. Nuestro país saldrá adelante, en el corto plazo, a partir de la estabilidad macroeconómica, la disminución de la inflación, el impulso productivo, las actividades de las economías regionales, la dinamización del trabajo, las políticas de comercio exterior vigorosas e inteligentes. Y sostendrá este crecimiento a partir de la educación, la innovación, la aplicación del conocimiento, la ciencia y la tecnología para la producción y la mejora de la productividad. Nuestras mayores fortalezas son las capacidades trabajadoras y creativas de las argentinas y los argentinos, el sistema educativo bien extendido, la riqueza de nuestras tierras, nuestras aguas y nuestros cielos, los entramados productivos fuertes, las oportunidades que nos brinda el mundo. El respeto a la ley. La democracia sólida. La transparencia, la honestidad y la decencia en la función pública.

Los equipos de políticas públicas de la UCR, a través del trabajo de la Fundación Alem, desarrollaron una serie de borradores de propuestas para ser consideradas en este congreso. Los desafíos son muchos. Las amenazas también. Pero mucho más importantes son las oportunidades y la hoja de ruta de nuestro partido y nuestra coalición para sacar al país de su estancamiento y ponerlo en el sendero del crecimiento sostenido y el aumento del bienestar.

La Argentina enfrenta en 2023 desafíos cuya importancia y complejidad son innegables. Con mayor o menor claridad, el conjunto de la ciudadanía advierte que las cosas van mal. La inflación sin control y el estancamiento económico son síntomas de desajustes profundos. El gobierno del Frente de Todos le imprimió una velocidad impensada a la decadencia.

Si bien hay una conciencia ciudadana sobre la falta de rumbo del país y sobre la profundidad de los problemas que enfrentamos, no es claro que se traduzca en un mandato sostenido en el tiempo. Es nuestra responsabilidad recoger las demandas inorgánicas de cambio y proponer una orientación y un programa para afrontarlas. Este programa se inspira en los valores que forman parte de nuestra identidad histórica: defensa de la libertad, construcción de la democracia, imperio de la ley y la justicia, respeto por el sistema republicano, búsqueda de la igualdad de oportunidades, fraternidad entre las personas, los países y los pueblos, defensa irrenunciable y activa de los derechos humanos en cualquier tiempo y lugar sin importar víctimas y victimarios, cuidado y ayuda para los más débiles y postergados. Honestidad, transparencia. Oportunidades para todos. Y procura enfrentar con decisión los problemas concretos y tangibles de nuestra sociedad.

 

Democracia cuestionada y desgobierno

 

Nuestro punto de partida es una preocupación por el estado de la democracia en el país y en la región. Las señales sobre el deterioro de la legitimidad de la democracia en América Latina son claras. Las razones de este descrédito son múltiples. La primera es, sin duda, la erosión desde adentro de la institucionalidad democrática que los gobiernos populistas han consumado. Ataques sistemáticos a la independencia del Poder Judicial, modificaciones constitucionales y de los sistemas electorales dirigidas a perpetuar a un gobernante o a una dinastía, control y persecución de la prensa y de la dirigencia política opositora, corrupción abierta y generalizada, son señas de identidad compartidas por una variedad de gobiernos que llegaron al poder por la vía electoral y que han ido vaciando de contenido al orden constitucional. Las oposiciones políticas han enfrentado estas tendencias con mayor o menor capacidad y fortuna. En nuestro país, la movilización ciudadana y una coalición opositora más sólida de lo que originalmente se imaginaba han conseguido poner límite a las inclinaciones autocráticas a nivel nacional y en casi todas las provincias. Pero la tendencia general es preocupante.

Las dificultades que enfrenta nuestro país fueron agravadas a partir del desgobierno, un presidente sin autoridad, una coalición de gobierno fraccionada al extremo, una sucesión de parches económicos desconectados entre sí y que profundizaron las crisis, y una desconexión total con los problemas de inseguridad y de soberanía que enfrentan algunas ciudades y regiones. No hubo ni una solución a los agudos problemas reales del país.

En este contexto, el próximo gobierno tiene que reconstruir fundamentos de la convivencia democrática: recomposición de la autoridad pública -empezando por la presidencial-, recuperación del valor de la moneda, respeto de la ley y de las instituciones -comenzando por la Justicia-, mejora de los servicios sociales básicos -empezando por la educación y la salud-. Todo esto tenemos que hacerlo en un contexto de extrema fragilidad económica y vulnerabilidad social, sin apelar a soluciones mágicas y dentro de nuestro ordenamiento constitucional.

Es una tarea difícil, que no admite atajos. Requiere convicción, honestidad, firmeza y capacidad para explicar los problemas y las decisiones que tenemos que adoptar para enfrentarlos.

 

Estabilidad y desarrollo sustentable

 

Las condiciones objetivas del país y las percepciones ciudadanas coinciden en la prioridad por la estabilidad macroeconómica. La aceleración inflacionaria, la fragilidad fiscal y el insuficiente dinamismo exportador son señales ostensibles de problemas de base en la organización económica de nuestro país. Nuestro desafío es combinar la estabilidad con el desarrollo sustentable. El desarrollo no será una consecuencia necesaria e inevitable de un plan de estabilización pero es imposible pensar en salir del estancamiento sin una gestión macroeconómica firme y realista. Una adecuada gestión macroeconómica y un marco de política económica con reglas claras, que favorezcan la inversión y el empleo, son condiciones necesarias para que las políticas sectoriales y las decisiones de las empresas y de los trabajadores puedan tomarse con un horizonte de previsibilidad.

El desarrollo supone un esfuerzo nacional de movilización de recursos y capacidades. Este esfuerzo supone aprovechar y crear oportunidades en sectores en los que existen posibilidades ciertas de crecimiento: agroindustria, economía del conocimiento, hidrocarburos, minería, energías renovables, turismo. En estos sectores el aprovechamiento inteligente y la gestión responsable de los recursos naturales debe ser el criterio básico de referencia. Junto con estos sectores, es necesario ganar en eficiencia y en capacidades de innovación a lo largo de toda nuestra estructura productiva. Una relación más estrecha entre educación y trabajo y un esfuerzo sostenido en ciencia y tecnología son claves.

La reforma del Estado argentino

 

La constitución histórica de los servicios sociales y de las instituciones de protección social en nuestro país muestran problemas serios. Se podría resumir: amplia cobertura, baja calidad. Nuestras escuelas llegan a todos los rincones del país y la enorme mayoría de los niños y jóvenes están matriculados, pero un alto porcentaje no termina la escolaridad obligatoria y una gran parte no aprende todo lo que debería. Invertimos mucho dinero en un sistema de salud de muy alta cobertura, pero estamos lejos de contar con prestaciones acordes con lo que invertimos.

Hemos afrontado el deterioro de las condiciones de vida de amplios sectores sociales con políticas de subsidios que abarcan a cada vez más personas. El enfoque actual de política social, heredado de la crisis de 2001, está centrado en el concepto de contención de la pobreza,  un criterio basado en garantizar la gobernabilidad y evitar los desbordes de conflictividad potencial. Después de veinte años, este paquete de políticas sociales no ha sacado a las personas de la pobreza, ni ha contribuido a crear ciudadanía y no ha configurado un horizonte de derechos para los sectores más vulnerables. Se reprodujo la pobreza. Es obligación de la democracia reducir la pobreza y que todos puedan acceder a la clase media. E incluir a todos en un marco de condiciones en el que puedan desarrollar todas sus potencialidades creativas y sociales.

Las múltiples evidencias  de la ineficacia y de la inequidad de las instituciones del Estado argentino nos marcan la necesidad de un cambio de enfoque. De manera sintética, tenemos que pasar de un criterio de “contención de la pobreza” a uno de “creación de capacidades y capitalización de las personas”. La lucha contra la pobreza incluye una perspectiva imprescindible sobre las capacidades y la incorporación de las personas a los circuitos de generación de riqueza.

 

Un nuevo federalismo

 

Nuestro país necesita un nuevo equilibrio territorial que se base en una gestión inteligente de sus activos territoriales, aprovechando con conocimiento e infraestructuras adecuadas todas las posibilidades para transformar en bienes y servicios útiles nuestra diversidad natural. Para ello es necesario reorganizar el Estado, estableciendo con claridad responsabilidades y competencias entre sus diferentes niveles y fortaleciendo decididamente al nivel local.

Para un partido con una fuerte tradición federal y municipalista, estas cuestiones tienen particular relevancia. Cómo deberían ser nuestras ciudades, cómo deberían estar conectadas, cuáles son las políticas de infraestructura y de población que necesitamos, cuál es el acuerdo fiscal sobre el que tiene que basarse nuestra organización estatal, o cómo resolvemos problemas básicos de uso del suelo y de política de vivienda, son cuestiones críticas que el próximo gobierno deberá afrontar de manera sistemática. La gestión del territorio y del hábitat no puede responder a planteos ingenuos o voluntaristas; por el contrario, tiene que ser objeto de un trabajo de planificación sostenido y riguroso.

Una de las condiciones elementales del buen gobierno es la adecuada gestión macroeconómica. La buena gestión macroeconómica no es la fórmula mágica para resolver todos los problemas. Pero proporciona las condiciones para que las políticas sectoriales y las decisiones de las empresas y de los trabajadores puedan tomarse con un horizonte de previsibilidad. La conquista de la estabilidad es una tarea ardua, que exige claridad y convicción acerca de la imperiosa necesidad de perseverar en la disciplina fiscal.

 

La integración inteligente en el mundo

 

Una de las claves de nuestro atraso es la baja calidad institucional, y también la conducta recurrentemente predatoria para suplir ese deterioro. La viabilidad de las transformaciones que nos permitan superar el estancamiento está dada por una integración racional de la Argentina a un mundo convulsionado y por la solidez de nuestro sistema político. El despliegue de las orientaciones y de las políticas necesarias para salir del estancamiento requiere una estrategia internacional clara, que conjugue de manera inteligente intereses y valores.

Vivimos en un contexto global enrarecido, con una guerra que involucra de manera directa a una de las potencias nucleares y con una tensión entre las dos mayores potencias. Las tendencias hacia la globalización se mantienen, con un peso cada vez mayor de Asia, sobre todo de China, pero cada vez más de la India.

En un contexto global signado por la volatilidad y la incertidumbre, el único camino posible para países como el nuestro es afirmar la voluntad de compartir un mundo gobernado por reglas aceptadas y respetadas por todos desde nuestra pertenencia a las democracias avanzadas, el respeto por las libertades y el pluralismo, el fomento de economías dinámicas, innovadoras y competitivas, y la confianza en las fuerzas productivas y creadoras de las mujeres y los hombres.

 

La construcción de una fuerza política
para un programa de reformas

 

Las orientaciones programáticas que presentamos son un aporte a la construcción de una alternativa de reformas que busque superar los bloqueos a los que nos llevó el largo ciclo populista. Para llevar adelante esta alternativa hace falta una fuerza política consciente y cohesionada. Las expectativas sociales son frágiles y resulta necesario brindar la certeza de vocación transformadora. Tenemos que enfrentar el desafío que los cambios generan, con rigurosidad técnica y sensibilidad social, pero sin renuncia ni dilación frente al panorama desolador que demasiados años de políticas populistas dejan como herencia.

Desde el radicalismo hemos trabajado de manera consistente para crear y para sostener esa alternativa, con decisiones tomadas de manera institucional y con solidaridad y buena fe. La magnitud de la tarea que enfrentamos requiere de una institucionalización superior en Juntos por el Cambio, con la construcción de rutinas internas, de espacios de articulación y la generación de disciplina política.

Sostener en el tiempo respaldo político, niveles razonables de movilización y construcción de sentido, requieren de una fuerza política que además de vocación de poder, muestre una organización estable y califique sus propios debates internos. Es claro que el espacio no populista es amplio y heterogéneo. Pero justamente honrar esa diversidad, representarla y satisfacer sus deseos de progreso y convivencia, exigen una fuerza política que no improvise y que supere la tentación del inmediatismo y los estados de ánimo. La UCR siempre, y Juntos por el Cambio ahora, han mostrado atributos positivos en momentos difíciles.

Convocar a su maduración es nuestra apuesta por una alianza estratégica que le garantice a las propuestas de mejoras y cambio perdurabilidad y profundidad.